viernes, 28 de noviembre de 2008

¡Viniste!

Jamás visité el cementerio, no hasta ese entonces. Desde la ida de papá que no puedo dejar de pensar en la muerte, y eso me esta quebrando el intelecto de apoco.Esta carta es una especie de confesión, o quizás… algo que todavía no puedo explicarlo bien. Se que muchas veces no pude resistirme a las drogas desde adolescente. Fue un punto clave para quedar como estoy ahora; no creo que sea demencia o algo así. Pero los doctores me dijeron que sufro de alucinaciones y esquizofrenia. Yo nunca les creí todo lo que me decían; además… se muy bien que él debe esta por ahí en este momento.Recuerdo cuando papá estaba muy enfermo, después de la muerte de mamá. Nunca lo había visto tan abatido, no tenía ganas de comer o leer. Tampoco de ir a donde siempre solía pasar el fin de semana. Nosotros siempre fuimos una familia de buena posición social. Tenemos hectáreas que fueron adquiridas durante mucho tiempo. Sin embargo, recuerdo bien aquel lugar donde mi madre terminó por enfermar, sin motivos reales.Teníamos una estancia en el partido de Chascomús, llamada “La Eloísa”. Pero hasta hace poco, me enteré que fue devuelta a su antiguo dueño.Yo sé que mi padre, no sabía mucho de la vida en el campo. Tal fue así su ignorancia que cuando compró la estancia, se tomó el trabajo de desarmarla. Tenía pensado parquizar todo y además de eso, echó a los peones dejando solo un encargado a cargo. Se llamaba Do Santos Miguel; un hombre alto y tez morena. Sus ojos resaltaban en la noche, locos y mortales. Confieso que me daba un poco de miedo. Él siempre tenía una forma extraña de tomarse las cosas de la vida.Cuando lo conocimos, ya era el encargado de todo el lugar. Sabía mucho del campo y de cómo se manejaban los horarios. Se encargaba de verificar si los animales estaban bien alimentados y ese tipo de cosas.Vendía cueros de vaca, chivos y ovejas. También hacia el control de todas las ventas, como por ejemplo productos caseros. La miel, dulce de leche y embutidos. Llevaba una vida ocupada y eso me cautivó de alguna manera. Yo nunca me dediqué a una actividad específica, algo como empresario o estar en algún comercio detrás del mostrador. Siempre fui el mantenido de mis padres, y eso me molestaba un poco. Nunca me daban la oportunidad de poder abastecerme por mi solo.Eso me llevó a las malas juntas, y sabía muy bien que estaban conmigo por mi dinero… o sea el de mi papá. Comencé con las drogas y todo tipo de actividades vandálicas, que nuca fueron investigadas gracias a los contactos de mi progenitor.Si, me porté muy mal en aquellos días… pero ya recapacité. Después de llegar a este hospital psiquiátrico, me di cuenta que tengo la oportunidad de poder cambiar y ser una persona diferente.Solo espero que él no vuelva otra vez… Como aquella vez que quedé solo, como ahora. La soledad no es para cualquiera. Pero por mi parte, la necesito desesperadamente. Quiero escapar del mundo hostil que me rodea, quiero ser libre de todo dedo que me señale y me acuse de maldito drogado y enfermo mental; como solían decirme los que antes eran mis amigos. Después de haber perdido la fortuna ya no aparecieron y más encima, comentaban cosas a mis espaldas, como si fuese la peor basura del planeta.Esa gente es la que merece estar sola. Esa gente es la responsable de que hombres como yo, pasen por extremas angustias y sentirse mucho más solo. Además de estar acompañado por un cadáver. Parece loco que diga esto, pero pónganselo a pensar. La compañía se hace de una persona o mascota… bueno. ¿No les parece estar acompañados, pero solos al mismo tiempo? Digo por lo del cadáver. Uno está con lo que antes era un individuo, pero no habla. Los cadáveres no hablan… no hablan. Los muertos no hablan ni tratan de abrazarte. Como digo yo, si es que me entendieron: “estás acompañado pero solo al mismo tiempo”.Mi padre, después de terminar con las “reparaciones” de la estancia Eloísa, decidió echar al encargado Do Santos. Fue una actitud vil de su parte; no tenía derecho a terminar con el espíritu de la estancia.Sacó los corrales y los bebederos; desarmó los galpones de las herramientas, y solo dejó uno con aquellas que servían para el parque. Los enormes árboles, fue lo que más le dolió al pobre Miguel. Él sufrió mucho con todo lo que mi padre estaba haciéndole a la estancia. El esfuerzo de toda una vida, lo estaba demoliendo por un capricho de tener un buen parque, para su fin de semana monótono y esnob.No sé como, pero la vez que fui con él vi el rostro de Do Santos y sentí un espantoso escalofrío. A mamá tampoco le gustó su cara. Parecía destellar una furia de mil demonios, cuando nos queríamos acercar a él para saludarlo.Yo por mis adentros, comprendí que era por la decisión de mi padre. Él no tenía ni la más remota idea de lo que significaba la estancia para Miguel.Una noche de sábado, mientras mis tíos estaban reunidos con mis pares en el gran comedor de la casona campestre, mi madre advirtió que escuchaba voces provenientes de las habitaciones. Naturalmente, los demás no le creímos. Nadie las escuchaba. Pero ella si. A veces, los sonidos más frecuentes… eran tambores. Entonces, así pasaron las noches. Un domingo a la mañana, ella amaneció con fiebre. No podía ni hablar. Sudaba muchísimo y tenía convulsiones violentas, hasta que de su boca salió algo que erizó nuestros cabellos:
¡¡Dhambala… Dhambala!!¡¡Samedi viene por mí!!
No supimos que intentó decir, pero sonaba aborigen o algo así. Luego tuvo esa recaída que le impidió moverse durante días, hasta que murió.Papá se sumó una gran depresión. Tal fue el golpe, que no supo como manejar la situación económica y nos fuimos hasta la quiebra. Visitaba el cementerio a diario pero yo no quería ir. Si no soporté el velatorio, menos podía ir al cementerio para saber que ella estaba dentro del mausoleo.Los antidepresivos eran constantes en el organismo de mi padre, hasta el punto de querer suicidarse. Eso pasó desde que él, me había dicho que ELLA lo llamaba en forma persistente por las noches.Recuerdo que una madrugada, sus gritos me despertaron cuando juró verla caminado por el patio de casa, llamándolo extendiéndole los brazos. Yo nunca creí en aparecidos pero según el medico que lo frecuentaba, él habría de padecer alucinaciones por efecto de las drogas recetadas.Sin embargo, el pútrido olor descubierto al día siguiente parecía bastante real. Había huellas que terminaban cerca de la ventana y tenían un olor insoportable.Pensé que habría de ser algún maldito bastardo que me frecuentaba cuando mi fortuna era cuantiosa, y me hicieron una broma de mal gusto.No sé los perdonaría jamás. Malditos hijos de perra, parásitos del infierno que no tienen sentido de la amistad… Una real amistad fraternal. Papá siempre me preguntaba porque no quería acompañarlo al cementerio y yo le contesté que simplemente, no quería ir para no verlo en un lamentable estado de tristeza, frente a la tumba de su amada.Me hizo prometer que si él moría, iría a visitarlo. Insistió tanto que le dije que si, para que dejara de molestarme. Igual se sabía que yo nunca iría a verlo dentro de un cajón, pudriéndose con las ratas y cucarachas.Pasado el año, mi padre murió y yo me volqué otra vez a las drogas y el alcohol, para amortiguar la terrible pena de haberme quedado completamente solo. Sin embargo, un día que yo regresaba de una pensión de mala muerte en capital, por esas casualidades, me crucé con una persona que no veía hace tiempo.Se trataba de Do Santos Miguel. Tenía una expresión de cierto aire triunfal, cosa que me despertó desconfianza. Yo comprendo que se habría de molestar al verme, por ser el hijo del hombre que destruyó sus sueños y vida misma. Pero yo nunca le guardé ningún rencor. Hasta le había pedido disculpas por las malas acciones de mi padre, pero él me dijo que sabía como yo era en realidad, y que no había merecido tener un padre como el que tenía.Ese día del encuentro inesperado, me obsequió algo que después me arrepentí de llevar. Me regaló lo que parecían ser, una suerte de muñecos grotescos que representaban a mis padres. El moreno me los dió y se alejó cantando algo que no comprendí. Luego me enteré que regresó al Brasil, donde tenía sus parientes.Eso me lo contó uno de los peones que reintegré, porque el otro que había dejado a cargo mi padre en lugar de Miguel, murió misteriosamente.Ahora soy yo el que trata de regresar lo que era la estancia “La Eloísa”, para poder compensar el daño que dejó mi padre. Pero si sigo internándome en la clínica, no podré seguir. Yo entré a este lugar, después de que pasara eso que me dejó la mente a la miseria. Les cuento… Fue una vez que me decidí ir a visitarlo al cementerio.Quise cumplir con la promesa y lo hice. Me dirigí al cementerio y entré al mausoleo donde yacía con mi madre. Lo que si me perturbó de manera sorprendente, fue encontrar las mismas huellas que quedaron en le patio de casa, después de que mi padre había visto a mamá. Estaban cerca de las lápidas y terminaban en el mausoleo.Pensé que estaba alucinando al igual que mi padre, cuando vivía con sus opresores recuerdos de su amor perdido; la medicación que yo tomaba era un poco fuerte… Ahora lo es mucho más. Hacía un frío de muerte y llevaba mi saco de paño largo. En un bolsillo estaban las llaves del mausoleo y en las manos, tenía un gran ramo de flores para dejárselas allí en la puerta, como señal para ellos de que estuve presente y que no habría de romper con la promesa.Cuando entré a ese lugar, sentí una sensación espantosa. Como si yo estuviese otra vez con ellos pero SOLO. Se que es normal, sentir extrañas sensaciones al estar cerca de un muerto dentro de su respectivo cajón. Pero yo tenía una sensación de que no estuvieran muertos… o vivos. Para ser exacto: Muertos vivos. Pero estaban allí, sin moverse dentro de sus féretros. No debía pensar que yo estaba acompañado de muertos vivos. No era conveniente para mi estado narcotizado, maquinar que en cualquier momento saltarían del cajón para abrazarme, agradeciéndome haber venido.Sin embargo al cerrarse la puerta y voltear, ÉL estaba allí. Escuché un gemido de ultratumba y de unos rincones oscuros, emergió con su cuerpo cadavérico y podrido lleno de gusanos mal olientes. Avanzó hacia mí con los brazos extendidos y pude escuchar que salía de su purulenta garganta:

VINISTE… VINISTE.

Sus pestilentes brazos, me rodearon como serpientes pútridas mientras contenía el aliento y el grito. Su rostro desencajado, gorgoteaba líquidos horribles e inaguantables.Estaba fuera de su cajón ¡ERA IMPOSIBLE! Parecía mentira pero estaba allí. Lo aparté de un golpe y grité. Grité como nunca, hasta que sentía la garganta lastimarse y salí corriendo de allí, cerrando la puerta del mausoleo por siempre. Pero cuando guardé la llave, sentí algo dentro. Tenía los muñecos que Santiago me había regalado, antes de irse al Brasil.

FIN

Buenas amigas. (Cuento modificado, del año 27– 4 – 2000)

Cristina bajó de su auto, encendiendo la alarma desde sus llaves. Un auto lujoso por cierto; era un Corsa de color verde agua metalizado.Desde la ventana Marina la miraba sorprendida. Nunca la había visto con ese auto. La muchacha, apoyó el dedo en el portero eléctrico y se escuchó la voz de su amiga. — ¡Eh! ¿Cómo estás? Te vi desde la ventana ¿De dónde sacaste ese flor de auto?— Es una larga historia, abrime y te cuento. — contestó ella.Marina era una mujer separada desde hace tres años. Últimamente muy bien no la estaba pasando; su ex marido, aún le reclamaba la tenencia de sus dos hijos varones y eso la agotaba mentalmente de a poco. Ya habían tenido altercados mucho más grandes, pero este era el mayor de todos.El hostigamiento constante de los abogados entre otras cosas, ya le habían colmado la paciencia y decidió que ella le tendría que hacer un juicio por daños psicológicos. Era justo, nunca la pasó tan mal con ese hombre. Hasta se dio el lujo de pensar que los anteriores novios, fueron perfectos al lado de esa porquería. Ella abrió la puerta y la hizo pasar, invitándola a tomarse un té. Tenía mucho que explicar, después de haber dicho una larga historia. Eso significaba que algo no estuvo bien para conseguirlo.— Contáme… ¿Cómo te estuvo yendo últimamente? — preguntó Marina acercándole una silla.— Bien y mal, no lo sé.— ¿Bien y mal? ¿Y ese auto? — peguntó ella con cierto sarcasmo.— Y… te dije que es una larga historia. Sabés que somos amigas desde hace medio año. Hay cosas que no te conté por miedo… otras por…— balbuceó Cristina. — Si, pero vos sabés que si tenés algún problema, estoy dispuesta a ayudarte en lo que sea. — interrumpió Marina, acercándose a la cocina para poner la tetera al fuego. — Además nunca tuve muchas amigas. Tampoco una confidente. De eso se encargaba mi madre, pero ya no esta en este mundo… y a mi padre no le hablo mucho.— Gracias… nunca pensé que terminaría por ser tu amiga íntima. — contestó Cristina nerviosa. Tenía que contarlo, ya no aguantaba más.— Y decime ¿Cómo es esa larga historia?— ¿Te acordás del médico? El amante que yo tenía.— ¿Tenías? ¿Qué ah pasado? — preguntó Marina sorprendida.— Digamos que no hice buena letra, bueno él tampoco.Marina cambió su rostro, y se acomodó sobre la mesa para escucharla con atención. Lo que había dicho no sonaba nada bueno. Bastante con que ese tipo era su amante.— Bueno, pasó que él últimamente no estuvo trabajando limpio en la clínica. ¿No has leído el diario? Esa nota que databa sobre la desaparición de un dinero importante. — contentó nerviosa.— Si, ahora que me acuerdo pasó hace tres días de esa noticia. — contestó Marina.— FUÉ ÉL. En realidad… yo lo convencí; el problema fue que la policía podría descubrirlo todo y yo… yo no quiero ir a la cárcel. Nunca hice una locura semejante. Tengo miedo Marina. — dijo Cristina mirando hacia la ventana.— ¡Qué tonta! ¿Cómo se te ocurrió algo parecido? Además después de haber conseguido semejante auto ¿Cómo no levantarías sospechas? — le reprochó Marina.— Tenés razón, no tendría que haberlo comprado.La tetera comenzó a sonar y Marina se levantó para apagarla.— ¿Té verde o común? — preguntó.— Si tenés de boldo mejor. — Contestó su amiga — tengo los nervios de punta…— repuso. Se sirvieron un agradable té caliente con azúcar, y marina encendió la luz de la cocina. Ya estaba oscureciendo. Después de unos minutos de relax, ella vio que su amiga ya estaba un poco más tranquila. — ¿Y a vos como te va con el asunto de tus chicos? —preguntó Cristina para salir un poco del tema.— Como siempre, mal. Ahora el otro hijo de puta desea volverme más loca; no quiere darme la tenencia de ellos.— Lo que deben sufrir los chicos ¿No? Pobrecillos… — comentó Cristina sorbiendo la taza. — Si, con el padre que tienen como para no sufrir. Yo por mi parte, tengo que andar con calmantes. Me dijeron de ir a un psiquiatra pero me niego… No necesito de esa gente, no quiero que me mediquen con drogas más fuertes. — contestó ella.— Y… deberías aunque no quieras. Digo yo… a lo mejor…— No amiga, nunca creí en esa gente. Yo las cosas las puedo resolver por mi misma. Este problemita ya lo tengo resuelto. — contestó Marina algo nerviosa.— ¿Si? ¡Qué bien! ¿Por qué no me contás…?— Es una larga historia. — interrumpió Marina mirando seria sobre la mesa. Luego levantó la mirada hacia ella. — ¿Por qué no terminas de contarme tu problema?— Bueno, resulta que hacía tiempo, yo lo venía convenciendo de que juntara algún dinero importante para irnos a vivir lejos. El problema fue que consiguió esa plata, robando los fondos de la clínica privada. Yo le dije que estuvo mal y que además, tendríamos que desparecer por completo para no caer en manos de la justicia. — comentó Cristina frotándose las manos.— ¿Alguien más sabe de este tema? — preguntó Marina sorprendida.— Por suerte no, solamente vos. Confío en que no…— Nada de eso amiga, no te delataría. — interrumpió ella con tono tranquilo.— Bien, el resto de la historia es confusa; no sé como lo hizo. — continuó.— ¿Qué cosa?— DESAPARECER… él me dijo que idearía un plan para darse por muerto y aún lo estoy esperando. Pero no aparece, me tiene sin cuidado.— Mmm… que problemita. — indagó Marina. — ¿no has leído el diario últimamente? — preguntó para sorpresa de Cristina.Ella salió de la silla y le alcanzó una hoja del diario, mostrándole la portada.
“Desaparece importante médico de la clínica IPENSA, con una fuerte suma de dinero y se presume muerto”
— ¡OH! No lo había leído últimamente — masculló Cristina.— Al parecer le funcionó el plan. — dijo Marina mirándola fijo.— Si, eso me pone un poco más tranquila. — dijo ella mirando la taza de té vacía.— ¿Más té?— Si, por favor.Marina fue hasta la cocina y abrió el mueble cerca del lavabo.— Decime una cosa Cristina… Si él no aparece ¿Qué vas hacer? — preguntó Marina.— Realmente no lo sé. Pero al preguntarme eso, me tienta a desaparecer también. Pero sin él. — contestó pensando con una pequeña sonrisa en sus labios.— Porque la plata la tenés vos… supongo. — dijo Marina llegando con dos nuevas tazas llenas.— Si, la tengo en casa escondida en el armario, dentro de una bolsa de cartón. — contestó con confianza.De pronto, Cristina comenzó a reír. Parecía una sonrisa triunfal y Marina la miró con picardía. — Toda esa guita para vos sola ¿No? — dijo con cierto aire de travesura.— Je, je. Si, al parecer es toda para mí ahora.— Mira vos ¡Qué vivo el tipo! ¿No? Darse por muerto para escaparse con su amor. — Comentó Marina con un gesto de fascinación — Todo eso por haber engañado a su esposa, me imagino que estaba muy enamorado de vos.— Ahora que lo pienso… no me interesa. Que se embrome. Para mi fue un amante cualquiera. — contestó Cristina mirando la taza, y le dió un sorbo largo. — Ahora toda la plata es para mí solita.— ¿Y que pensás hacer con tanto dinero?— No tengo idea… quizás me vaya a Europa a vivir como una duquesa. — contestó gozosa. La mirada de Marina, de pronto se convirtió en algo extraño. No parecía ser la mirada de siempre. Cristina la miró con desdén.— ¿Y no pensaste en hacer un largo, largo viaje? — preguntó ella.— Largo si, pero…— Hablo de un viaje SIN REGRESO. — interrumpió.— Como… — la mirada de Cristina se tornó confusa.— Si, hablo de no regresar jamás — contestó Marina, levantándose lentamente de su lugar.— No te entiendo… no… — dijo ella y sintió que se desvanecía; algo no estaba bien. Su sonrisa comenzó a borrarse.— ¿A caso no entendés? ¿Por qué te crees que me hice tu amiga en tan poco tiempo? —Ella la tomó del cuello y la arrojó de la silla, con una mirada de odio que nunca pensó que mostraría.— ¡NO SOLTAME!— Es inútil que luches, estás drogada — dijo — Marina y Cristina se desvaneció.Realmente ella sintió que todo eso no estaba pasando; no podía ser cierto. Nunca pensó que su amiga la traicionaría de aquel modo. Quizás fue por el dinero, que ella había conseguido impunemente. La codicia puede cambiar hasta el menos sospechado.Despertó con un sueño ligero; intentó moverse pero no podía. Trató de abrir los ojos girando la cabeza y se dió cuenta, que estaba atada en una silla. Miró a su alrededor y se percató con dificultad, que estaba dentro de un sótano. Las paredes enmohecidas, estaban agrietadas y despedían cucarachas grandes cosa que le dio pavor. — ¡AUXILIOOO! — Gritó casi débil — ¡AYÚDENMEE! Ella distinguió en la entrada del sótano, que una sombra se acercaba. Era Marina quien traía consigo, un objeto largo y puntiagudo. Cristina sintió que el mundo se le venía abajo y comenzó a sollozar; trató de moverse para escapar de aquella mortal sombra, que arrastraba los pies y se contoneaba de una forma insana.Una pequeña risa se escuchó de ella, y Cristina no pudo más.— ¡¡ ALGUIEN QUE ME AYUDE!! ¡¡DIOS… NO!!— No te va a escuchar nadie querida. Estás totalmente aislada — contestó con una tonada enferma y tomando un par de cucarachas de la pared, se las arrojó al cuerpo.— ¡AAAAGGG! ¡NO, NO!— Eso es lo que sos, una cucaracha. Una porquería, pedazo de mierda — masculló Marina.— Pero… yo… ¿Por qué? Pensé que éramos…— ¿¿BUENAS AMIGAS?? Ajajajajaja. Que imbécil — contestó Marina, tocando la punta de la enorme cuchilla con la punta de sus dedos.Ella se agachó por un costado del sótano y levantó un libro grande. Se lo acercó a su víctima y comenzó a ojearlo. — Mirá bien…— dijo Marina, tratando de que volteara el rostro pero ella se negaba. — ¡MIRÁ BIEN TE DIGO, HIJA DE PUTA! — le ordenó y le clavó la cuchilla en una pierna.— AAYY… NOO NOOO.— Hacé lo que te digo perra ¿Ves? ¿Lo mirás bien? — dijo la demente aferrándola de los cabellos. Cristina pudo notar, que se trataba de un álbum familiar. — Acá me acuerdo que fuimos a la costa… hace mucho tiempo. Lo chicos no habían nacido, pero claro… él nunca quiso tener hijos. Ese pedazo de mierda nunca quiso.Cristina con horror, comprendió de quien se trataba al ver las fotos de su ex marido.— Y en esta foto, fue cuando antes de casarnos se recibió de médico… La pasamos tan bien.Nunca pensó que el amante de ella, habría de resultar alguien tan peculiar. — ¿Vos te pensás que nunca me iba a dar cuenta, de que MI MARIDO TENÍA UN AMANTE? — contestó con la voz carraspeada del asco. — Además, ahora la que se va a quedar con la plata… voy a ser yo. Antes de conocerte te estuve investigando mucho tiempo… fue cuando empecé a sospechar que él me estaba cagando con otra. Cuando te descubrí me acerqué a vos y ahora te tengo en mis manos — Dijo Marina pasándole el filo sobre el rostro, pero sin cortarla.— ¡No, perdóname! ¡Por favor! Jamás pensé que…— ¡Qué pena! ¿No? Quizás tu error fue no haberme conocido antes, cuando mi marido y yo estábamos juntos. Pero ahora te vas a morir y yo les gané a los dos. — dijo ella con una sonrisa trastornada.Cristina no pudo contener más el llanto y sintió como sus palabras, se ahogaban con cada súplica. De pronto, Marina se apartó de ella y metiéndose por un oscuro rincón del lugar, arrastró una bolsa grande con un desagradable aroma.Luego volvió hacia ella con una mirada apagada y sin advertirlo, se sentó delante de ella en una posición obscena.— Y contáme ¿Cómo hacían el amor? Porque supongo que gozaba más con vos que conmigo. — le dijo con un tono sensual pero macabro.— No… por favor.Con total impunidad, ella comenzó a contonearse como si estuviese haciendo el acto sexual, gimiendo y pasándole la cuchilla por sus pechos.— No Dios… no me mates.— ¿Lo hacían así? — le preguntó excitada, mientras le pasaba la lengua por la cara.— NO BASTA.— ¿Pero por qué? Si te gusta. Con mi marido… no perdón, ex marido. Ahora podés quedártelo. Pueden seguir haciendo el amor. — contestó Marina mientras salía de sus rodillas.Se acercó a la gran bolsa cercana a la silla, y sacó algo que Cristina no distinguía bien por los efectos de los calmantes. Cuando se lo acercó, se dió cuenta que era un brazo.— ¡¡¡AAAAAAAAAHHH!!! ¡¡¡ AAAAAAAAAAHHH!!!— Shhhhh… no mi vida ¿Cómo lo vas a tratar así al pobre Darío? ¿No ves que se pone mal si le gritas?— Dios mío Marina ¿Qué le hiciste?— ¿Para qué preguntás idiota? Si vos misma dijiste que no te importaba, que solo era un amante. — balbuceó la enferma.— Tampoco… era para… matarlo. — contestó Cristina consternada.— Ahora van a hacer el amor. Lo van a hacer frente a mí, ya no se tienen que esconder. — Dijo Marina fuera de si y le metió en la boca, la pieza del cuerpo por la parte del muñón. — ¡CHÚPALO HIJA DE PUTA! — le ordenó la insana.Cristina, sintió que el terror la azotaba por completo. Mientras lloriqueaba trataba de gritar, pero no podía con la mano ensangrentada dentro de su boca.— EMPEZÁ A GEMIR… GOZALA, PEDAZO DE MIERDA.— NO, NO… OOOGGG, COF, COF… — Así… si… mmmm — comenzó la desequilibrada Marina. Realmente sentía que se excitaba. Después salió nuevamente, y sacó algo nuevo de la bolsa de los horrores. — Ahora lo vas a besar. — le ordenó mostrándole la cabeza.— No… Noooo— Bésalo te digo. — le ordenó como reprochándole a uno de su hijos, a que tomara la sopa.— ¡ESO SI QUE NO, ENFERMA PEDAZO DE PUTA! — Gritó y la pateó — ¡AUXILIO, AAAHH, SOCORRO! ¡QUE ALGUIEN ME AYUDE, SOCORRO! — vociferó desesperadamente tratando de soltarse, pero sin resultados aparentes.Marina le dió tres cachetazos y el último fue más brutal. Con el mango de la cuchilla, le golpeó la frente arrojándola al suelo con silla y todo.Los golpes se repitieron más contundentes y empezó por acuchillarla. El filoso objeto de la muerte, descendió como una ráfaga plateada soltando borbotones del preciado líquido rojo, llenando de satisfacción los ojos psicópatas de aquella mujer, poseída por un desenfreno asesino incalculable.Apuñaló a su víctima una y otra vez, como si no alcanzara cuatro o cinco heridas mortales. En la continuidad de sus gritos, Cristina comenzó a apagarse lentamente. Después de unos minutos de horrenda agonía, ya no respondió… ella había muerto.Marina quedó en la tenue luz de su sótano llorando, pero al mismo tiempo reía. Sintió que tenía el poder. Un poder tan grande como su cuchilla.
Pequeña sinopsis.
Después de un largo tiempo, Marina fue investigada por la policía y resultó culpable del asesinato de su ex marido y su amante. Había ocultado sus cuerpos en el sótano de la casa, trató de deshacerse de ellos, arrojándoles un poderoso ácido que había robado de los laboratorios de la clínica, donde trabajaba su ex marido.El veredicto fue culpable de homicidio múltiple, con premeditación y alevosía, fue sentenciada a veinte años de prisión, pero como se declaró insana, actualmente reside el en instituto mental Open Doors de la ciudad de Buenos Aires. Sus hijos quedaron a cargo de sus familiares más cercanos, unos tíos que habitan en la ciudad de Bahía Blanca.El dinero encontrado, fue devuelto a los fondos de la clínica IPENSA donde se utilizó para nuevas tecnologías.

FIN