viernes, 28 de noviembre de 2008

Buenas amigas. (Cuento modificado, del año 27– 4 – 2000)

Cristina bajó de su auto, encendiendo la alarma desde sus llaves. Un auto lujoso por cierto; era un Corsa de color verde agua metalizado.Desde la ventana Marina la miraba sorprendida. Nunca la había visto con ese auto. La muchacha, apoyó el dedo en el portero eléctrico y se escuchó la voz de su amiga. — ¡Eh! ¿Cómo estás? Te vi desde la ventana ¿De dónde sacaste ese flor de auto?— Es una larga historia, abrime y te cuento. — contestó ella.Marina era una mujer separada desde hace tres años. Últimamente muy bien no la estaba pasando; su ex marido, aún le reclamaba la tenencia de sus dos hijos varones y eso la agotaba mentalmente de a poco. Ya habían tenido altercados mucho más grandes, pero este era el mayor de todos.El hostigamiento constante de los abogados entre otras cosas, ya le habían colmado la paciencia y decidió que ella le tendría que hacer un juicio por daños psicológicos. Era justo, nunca la pasó tan mal con ese hombre. Hasta se dio el lujo de pensar que los anteriores novios, fueron perfectos al lado de esa porquería. Ella abrió la puerta y la hizo pasar, invitándola a tomarse un té. Tenía mucho que explicar, después de haber dicho una larga historia. Eso significaba que algo no estuvo bien para conseguirlo.— Contáme… ¿Cómo te estuvo yendo últimamente? — preguntó Marina acercándole una silla.— Bien y mal, no lo sé.— ¿Bien y mal? ¿Y ese auto? — peguntó ella con cierto sarcasmo.— Y… te dije que es una larga historia. Sabés que somos amigas desde hace medio año. Hay cosas que no te conté por miedo… otras por…— balbuceó Cristina. — Si, pero vos sabés que si tenés algún problema, estoy dispuesta a ayudarte en lo que sea. — interrumpió Marina, acercándose a la cocina para poner la tetera al fuego. — Además nunca tuve muchas amigas. Tampoco una confidente. De eso se encargaba mi madre, pero ya no esta en este mundo… y a mi padre no le hablo mucho.— Gracias… nunca pensé que terminaría por ser tu amiga íntima. — contestó Cristina nerviosa. Tenía que contarlo, ya no aguantaba más.— Y decime ¿Cómo es esa larga historia?— ¿Te acordás del médico? El amante que yo tenía.— ¿Tenías? ¿Qué ah pasado? — preguntó Marina sorprendida.— Digamos que no hice buena letra, bueno él tampoco.Marina cambió su rostro, y se acomodó sobre la mesa para escucharla con atención. Lo que había dicho no sonaba nada bueno. Bastante con que ese tipo era su amante.— Bueno, pasó que él últimamente no estuvo trabajando limpio en la clínica. ¿No has leído el diario? Esa nota que databa sobre la desaparición de un dinero importante. — contentó nerviosa.— Si, ahora que me acuerdo pasó hace tres días de esa noticia. — contestó Marina.— FUÉ ÉL. En realidad… yo lo convencí; el problema fue que la policía podría descubrirlo todo y yo… yo no quiero ir a la cárcel. Nunca hice una locura semejante. Tengo miedo Marina. — dijo Cristina mirando hacia la ventana.— ¡Qué tonta! ¿Cómo se te ocurrió algo parecido? Además después de haber conseguido semejante auto ¿Cómo no levantarías sospechas? — le reprochó Marina.— Tenés razón, no tendría que haberlo comprado.La tetera comenzó a sonar y Marina se levantó para apagarla.— ¿Té verde o común? — preguntó.— Si tenés de boldo mejor. — Contestó su amiga — tengo los nervios de punta…— repuso. Se sirvieron un agradable té caliente con azúcar, y marina encendió la luz de la cocina. Ya estaba oscureciendo. Después de unos minutos de relax, ella vio que su amiga ya estaba un poco más tranquila. — ¿Y a vos como te va con el asunto de tus chicos? —preguntó Cristina para salir un poco del tema.— Como siempre, mal. Ahora el otro hijo de puta desea volverme más loca; no quiere darme la tenencia de ellos.— Lo que deben sufrir los chicos ¿No? Pobrecillos… — comentó Cristina sorbiendo la taza. — Si, con el padre que tienen como para no sufrir. Yo por mi parte, tengo que andar con calmantes. Me dijeron de ir a un psiquiatra pero me niego… No necesito de esa gente, no quiero que me mediquen con drogas más fuertes. — contestó ella.— Y… deberías aunque no quieras. Digo yo… a lo mejor…— No amiga, nunca creí en esa gente. Yo las cosas las puedo resolver por mi misma. Este problemita ya lo tengo resuelto. — contestó Marina algo nerviosa.— ¿Si? ¡Qué bien! ¿Por qué no me contás…?— Es una larga historia. — interrumpió Marina mirando seria sobre la mesa. Luego levantó la mirada hacia ella. — ¿Por qué no terminas de contarme tu problema?— Bueno, resulta que hacía tiempo, yo lo venía convenciendo de que juntara algún dinero importante para irnos a vivir lejos. El problema fue que consiguió esa plata, robando los fondos de la clínica privada. Yo le dije que estuvo mal y que además, tendríamos que desparecer por completo para no caer en manos de la justicia. — comentó Cristina frotándose las manos.— ¿Alguien más sabe de este tema? — preguntó Marina sorprendida.— Por suerte no, solamente vos. Confío en que no…— Nada de eso amiga, no te delataría. — interrumpió ella con tono tranquilo.— Bien, el resto de la historia es confusa; no sé como lo hizo. — continuó.— ¿Qué cosa?— DESAPARECER… él me dijo que idearía un plan para darse por muerto y aún lo estoy esperando. Pero no aparece, me tiene sin cuidado.— Mmm… que problemita. — indagó Marina. — ¿no has leído el diario últimamente? — preguntó para sorpresa de Cristina.Ella salió de la silla y le alcanzó una hoja del diario, mostrándole la portada.
“Desaparece importante médico de la clínica IPENSA, con una fuerte suma de dinero y se presume muerto”
— ¡OH! No lo había leído últimamente — masculló Cristina.— Al parecer le funcionó el plan. — dijo Marina mirándola fijo.— Si, eso me pone un poco más tranquila. — dijo ella mirando la taza de té vacía.— ¿Más té?— Si, por favor.Marina fue hasta la cocina y abrió el mueble cerca del lavabo.— Decime una cosa Cristina… Si él no aparece ¿Qué vas hacer? — preguntó Marina.— Realmente no lo sé. Pero al preguntarme eso, me tienta a desaparecer también. Pero sin él. — contestó pensando con una pequeña sonrisa en sus labios.— Porque la plata la tenés vos… supongo. — dijo Marina llegando con dos nuevas tazas llenas.— Si, la tengo en casa escondida en el armario, dentro de una bolsa de cartón. — contestó con confianza.De pronto, Cristina comenzó a reír. Parecía una sonrisa triunfal y Marina la miró con picardía. — Toda esa guita para vos sola ¿No? — dijo con cierto aire de travesura.— Je, je. Si, al parecer es toda para mí ahora.— Mira vos ¡Qué vivo el tipo! ¿No? Darse por muerto para escaparse con su amor. — Comentó Marina con un gesto de fascinación — Todo eso por haber engañado a su esposa, me imagino que estaba muy enamorado de vos.— Ahora que lo pienso… no me interesa. Que se embrome. Para mi fue un amante cualquiera. — contestó Cristina mirando la taza, y le dió un sorbo largo. — Ahora toda la plata es para mí solita.— ¿Y que pensás hacer con tanto dinero?— No tengo idea… quizás me vaya a Europa a vivir como una duquesa. — contestó gozosa. La mirada de Marina, de pronto se convirtió en algo extraño. No parecía ser la mirada de siempre. Cristina la miró con desdén.— ¿Y no pensaste en hacer un largo, largo viaje? — preguntó ella.— Largo si, pero…— Hablo de un viaje SIN REGRESO. — interrumpió.— Como… — la mirada de Cristina se tornó confusa.— Si, hablo de no regresar jamás — contestó Marina, levantándose lentamente de su lugar.— No te entiendo… no… — dijo ella y sintió que se desvanecía; algo no estaba bien. Su sonrisa comenzó a borrarse.— ¿A caso no entendés? ¿Por qué te crees que me hice tu amiga en tan poco tiempo? —Ella la tomó del cuello y la arrojó de la silla, con una mirada de odio que nunca pensó que mostraría.— ¡NO SOLTAME!— Es inútil que luches, estás drogada — dijo — Marina y Cristina se desvaneció.Realmente ella sintió que todo eso no estaba pasando; no podía ser cierto. Nunca pensó que su amiga la traicionaría de aquel modo. Quizás fue por el dinero, que ella había conseguido impunemente. La codicia puede cambiar hasta el menos sospechado.Despertó con un sueño ligero; intentó moverse pero no podía. Trató de abrir los ojos girando la cabeza y se dió cuenta, que estaba atada en una silla. Miró a su alrededor y se percató con dificultad, que estaba dentro de un sótano. Las paredes enmohecidas, estaban agrietadas y despedían cucarachas grandes cosa que le dio pavor. — ¡AUXILIOOO! — Gritó casi débil — ¡AYÚDENMEE! Ella distinguió en la entrada del sótano, que una sombra se acercaba. Era Marina quien traía consigo, un objeto largo y puntiagudo. Cristina sintió que el mundo se le venía abajo y comenzó a sollozar; trató de moverse para escapar de aquella mortal sombra, que arrastraba los pies y se contoneaba de una forma insana.Una pequeña risa se escuchó de ella, y Cristina no pudo más.— ¡¡ ALGUIEN QUE ME AYUDE!! ¡¡DIOS… NO!!— No te va a escuchar nadie querida. Estás totalmente aislada — contestó con una tonada enferma y tomando un par de cucarachas de la pared, se las arrojó al cuerpo.— ¡AAAAGGG! ¡NO, NO!— Eso es lo que sos, una cucaracha. Una porquería, pedazo de mierda — masculló Marina.— Pero… yo… ¿Por qué? Pensé que éramos…— ¿¿BUENAS AMIGAS?? Ajajajajaja. Que imbécil — contestó Marina, tocando la punta de la enorme cuchilla con la punta de sus dedos.Ella se agachó por un costado del sótano y levantó un libro grande. Se lo acercó a su víctima y comenzó a ojearlo. — Mirá bien…— dijo Marina, tratando de que volteara el rostro pero ella se negaba. — ¡MIRÁ BIEN TE DIGO, HIJA DE PUTA! — le ordenó y le clavó la cuchilla en una pierna.— AAYY… NOO NOOO.— Hacé lo que te digo perra ¿Ves? ¿Lo mirás bien? — dijo la demente aferrándola de los cabellos. Cristina pudo notar, que se trataba de un álbum familiar. — Acá me acuerdo que fuimos a la costa… hace mucho tiempo. Lo chicos no habían nacido, pero claro… él nunca quiso tener hijos. Ese pedazo de mierda nunca quiso.Cristina con horror, comprendió de quien se trataba al ver las fotos de su ex marido.— Y en esta foto, fue cuando antes de casarnos se recibió de médico… La pasamos tan bien.Nunca pensó que el amante de ella, habría de resultar alguien tan peculiar. — ¿Vos te pensás que nunca me iba a dar cuenta, de que MI MARIDO TENÍA UN AMANTE? — contestó con la voz carraspeada del asco. — Además, ahora la que se va a quedar con la plata… voy a ser yo. Antes de conocerte te estuve investigando mucho tiempo… fue cuando empecé a sospechar que él me estaba cagando con otra. Cuando te descubrí me acerqué a vos y ahora te tengo en mis manos — Dijo Marina pasándole el filo sobre el rostro, pero sin cortarla.— ¡No, perdóname! ¡Por favor! Jamás pensé que…— ¡Qué pena! ¿No? Quizás tu error fue no haberme conocido antes, cuando mi marido y yo estábamos juntos. Pero ahora te vas a morir y yo les gané a los dos. — dijo ella con una sonrisa trastornada.Cristina no pudo contener más el llanto y sintió como sus palabras, se ahogaban con cada súplica. De pronto, Marina se apartó de ella y metiéndose por un oscuro rincón del lugar, arrastró una bolsa grande con un desagradable aroma.Luego volvió hacia ella con una mirada apagada y sin advertirlo, se sentó delante de ella en una posición obscena.— Y contáme ¿Cómo hacían el amor? Porque supongo que gozaba más con vos que conmigo. — le dijo con un tono sensual pero macabro.— No… por favor.Con total impunidad, ella comenzó a contonearse como si estuviese haciendo el acto sexual, gimiendo y pasándole la cuchilla por sus pechos.— No Dios… no me mates.— ¿Lo hacían así? — le preguntó excitada, mientras le pasaba la lengua por la cara.— NO BASTA.— ¿Pero por qué? Si te gusta. Con mi marido… no perdón, ex marido. Ahora podés quedártelo. Pueden seguir haciendo el amor. — contestó Marina mientras salía de sus rodillas.Se acercó a la gran bolsa cercana a la silla, y sacó algo que Cristina no distinguía bien por los efectos de los calmantes. Cuando se lo acercó, se dió cuenta que era un brazo.— ¡¡¡AAAAAAAAAHHH!!! ¡¡¡ AAAAAAAAAAHHH!!!— Shhhhh… no mi vida ¿Cómo lo vas a tratar así al pobre Darío? ¿No ves que se pone mal si le gritas?— Dios mío Marina ¿Qué le hiciste?— ¿Para qué preguntás idiota? Si vos misma dijiste que no te importaba, que solo era un amante. — balbuceó la enferma.— Tampoco… era para… matarlo. — contestó Cristina consternada.— Ahora van a hacer el amor. Lo van a hacer frente a mí, ya no se tienen que esconder. — Dijo Marina fuera de si y le metió en la boca, la pieza del cuerpo por la parte del muñón. — ¡CHÚPALO HIJA DE PUTA! — le ordenó la insana.Cristina, sintió que el terror la azotaba por completo. Mientras lloriqueaba trataba de gritar, pero no podía con la mano ensangrentada dentro de su boca.— EMPEZÁ A GEMIR… GOZALA, PEDAZO DE MIERDA.— NO, NO… OOOGGG, COF, COF… — Así… si… mmmm — comenzó la desequilibrada Marina. Realmente sentía que se excitaba. Después salió nuevamente, y sacó algo nuevo de la bolsa de los horrores. — Ahora lo vas a besar. — le ordenó mostrándole la cabeza.— No… Noooo— Bésalo te digo. — le ordenó como reprochándole a uno de su hijos, a que tomara la sopa.— ¡ESO SI QUE NO, ENFERMA PEDAZO DE PUTA! — Gritó y la pateó — ¡AUXILIO, AAAHH, SOCORRO! ¡QUE ALGUIEN ME AYUDE, SOCORRO! — vociferó desesperadamente tratando de soltarse, pero sin resultados aparentes.Marina le dió tres cachetazos y el último fue más brutal. Con el mango de la cuchilla, le golpeó la frente arrojándola al suelo con silla y todo.Los golpes se repitieron más contundentes y empezó por acuchillarla. El filoso objeto de la muerte, descendió como una ráfaga plateada soltando borbotones del preciado líquido rojo, llenando de satisfacción los ojos psicópatas de aquella mujer, poseída por un desenfreno asesino incalculable.Apuñaló a su víctima una y otra vez, como si no alcanzara cuatro o cinco heridas mortales. En la continuidad de sus gritos, Cristina comenzó a apagarse lentamente. Después de unos minutos de horrenda agonía, ya no respondió… ella había muerto.Marina quedó en la tenue luz de su sótano llorando, pero al mismo tiempo reía. Sintió que tenía el poder. Un poder tan grande como su cuchilla.
Pequeña sinopsis.
Después de un largo tiempo, Marina fue investigada por la policía y resultó culpable del asesinato de su ex marido y su amante. Había ocultado sus cuerpos en el sótano de la casa, trató de deshacerse de ellos, arrojándoles un poderoso ácido que había robado de los laboratorios de la clínica, donde trabajaba su ex marido.El veredicto fue culpable de homicidio múltiple, con premeditación y alevosía, fue sentenciada a veinte años de prisión, pero como se declaró insana, actualmente reside el en instituto mental Open Doors de la ciudad de Buenos Aires. Sus hijos quedaron a cargo de sus familiares más cercanos, unos tíos que habitan en la ciudad de Bahía Blanca.El dinero encontrado, fue devuelto a los fondos de la clínica IPENSA donde se utilizó para nuevas tecnologías.

FIN

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