sábado, 16 de agosto de 2008

Sobre la ruta once: Por Sutter Kaihn

Había una niebla bastante espesa… por eso tuve que detenerme sobre un costado de la ruta. El problema fue que en aquel mal momento, había olvidado el críquet en mi casa. Intenté pedir auxilio a los coches que pasaban, pero solo recibía la típica y cruel ignorancia de la gente. Últimamente, no es de fiar bajar a un costado de la ruta para auxiliar a alguien; muchos robos y asesinatos, lo ponen a uno un poco paranoico. Pero en este caso, fue mucho más fuerte lo que experimenté, al descubrir porque tenía una rueda baja.
No solo eso… Primero pensé que esa cosa enredada en el neumático, se trataba de una especie de zorrino. Era una deforme masa gelatinosa, con un olor más que desagradable.
Tampoco parecía una comadreja; eso también se me cruzó por la cabeza, pero carecía de patas. No podía encontrar sus ojos y boca. No hasta que los mostró. Eran rojos… poseía varios de ellos. El temor me invadió desde un principio; realmente nunca había visto semejante error de la naturaleza. Además me sorprendió que siguiera vivo, después de haberlo arrollado con mi camioneta.
Busqué una rama del suelo, para tratar de separarlo del neumático; sin embargo no pude encontrar mucho. De alguna forma tenía que soltarlo. Esa cosa alargada, parecía una sanguijuela gigante.
Intenté sacarlo de una patada, pero retrocedí espantado al escuchar un penetrante chirrido, salido de esa masa oscura de carne pegajosa. Desesperado, saqué mi celular para poder llamar una grúa, y salir lo más rápido posible de aquella situación escalofriante. No tenía baterías suficientes; podía recibir llamadas, pero yo no lograba comunicarme con nadie. Quise mandar un mensaje de texto a mi mujer que estaba en casa, pero de pronto, así como si nada… el aparato se apagó.
— ¡Auxilio! ¡Alguien que frene por favor! — comencé a gritar, agitando los brazos a los pocos autos que pasaban. La angustia me invadía solo por pensar, que ese bicho pegado a la rueda, en algún momento saltaría sobre mi rostro. La ruta once parecía tan desolada. Recordé en ese momento, que en las películas cuando alguien tenía una sanguijuela pegada al cuerpo, se las sacaban con un cigarrillo encendido. Entré a la camioneta y busqué en la parte trasera, una vieja escoba que tenía para tirar a la basura.
Mi cuerpo temblaba… y no por el frío de la madrugada. Alcé mi vista y pude ver que también tenía el bidón con nafta, que siempre tengo para emergencias. Rocié un poco la escoba y saqué mi encendedor, mientras que podía escucharse un mórbido chapoteo.
Un sonido chicloso que hacía erizar mis cabellos del terror. Cuando fui hasta la rueda con la antorcha, la cosa ya no estaba.
El neumático, había quedado empapado con una baba marrón. Cuando olí aquello, me dio arcadas. No podía acercarme mucho. El rastro continuaba por debajo de la camioneta, entonces decidido, me agaché para quemar el invertebrado mutante.
Creo que lo último que recuerdo… fue su boca abierta sobre mi rostro. Se ocultaba debajo del guardabarros. Emitía un extraño murmullo; como el ronroneo de un gato, pero era más gorgoteado. Y el otro sonido… El de la succión. Aún lo sigo escuchando. Lo tengo dentro de mí. Ahora supongo que está creciendo, mi vientre se ve hinchado y se mueve. Duele muchísimo cuando hace eso; está creciendo mucho y en cualquier momento, va a tener que salir si o si. Pero lo voy a estar esperando con mí revolver. Lo voy a esperar.

Fin
18/11/07

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