sábado, 16 de agosto de 2008

Epitafio: Por Sutter Kaihn

Pasó por el umbral del gran portón del cementerio y saludó al portero quien le propinó una leve sonrisa. — Vuelva pronto… Lo vamos a estar esperando — dijo como una paradoja cómica, pero a su vez escalofriante. — Puede ser; recuerde guardarme un nicho, las fosas comunes no me gustan, — contestó Matías y caminó pocos metros.
Sin embargo antes de alejarse, escuchó una voz que le pareció conocida. Al voltear vio que se trataba de Antonia Juárez. Una ex compañera de secundaria que no veía hace ocho años, después de su ingreso a la facultad.
Era una muchacha de negros cabellos, sonrisa elocuente y los ojos más hermosos que nadie pudo contemplar jamás. Solamente su novio Rodrigo; un muchacho altanero y mujeriego. Sin embargo ella lo quería igual a pesar de varios engaños.
— ¿Me llamábas? — preguntó el joven.
— Soy yo Matías, ¿no te acordás de mí? — dijo ella.
— ¿Antonia? ¡No puede ser! ¿Qué contás tanto tiempo?
— Y… ya ves — contestó ella con un papel sobrante en la mano, señal de que había dejado flores. — ¿A quién has venido a visitar? — preguntó Antonia aminorando la sonrisa.
— Mi abuela, hace tiempo ya…
— ¿De qué murió?
— Cáncer — contestó Matías — ¿Y vos a quién visitas?
— ¿Te acordás de Rodrigo? — preguntó ella con voz ominosa.
Matías hizo una pausa de segundos y después reaccionó.
— ¡No me digas!, ¿cuándo fue? ¿Qué le pasó?
— Lo mataron, pero igualmente el caso ya está esclarecido — contestó la muchacha con el rostro triste. — Bueno, me alegró un poco verte… Te ves muy bien a pesar de los años.
— Gracias… — contestó Matías, atónito por la noticia. — ¿Querés que le deje un par de flores también? — preguntó amablemente.
— Nos gustaría muchísimo — dijo ella sin voltear, y se alejó perdiéndose entre la multitud hacia la vereda frente al cementerio.
Él quedó pensativo un par de minutos. “A ella le gustaría ese detalle” y volvió dentro de la necrópolis. Solicitó la información de la lápida y caminó por los pasillos de los nichos. Estaba decidido a dejarle flores a Rodrigo solo para quedar bien con ella. El olor de las flores putrefactas, se tornaba insoportable a su paso.
Cada vez que intentaba no respirar, podía ver como el viento deshojaba los flácidos adornos y las ramas secas. Pero al llegar a la placa, leyó otro epitafio más, cerca del difunto:

ANTONIA JUÁREZ
1983 _ 2003
TU FAMILIA PERDONA EL
ERROR DE SUICIDARTE.

Quedó pálido del terror… y dejó caer las flores sin emitir palabra alguna.

Fin.
26/8/06

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